A pesar de la transformación del municipio a partir de los años sesenta, Calella conserva, en buena parte, la estructura urbana de su núcleo original y el trazado ortogonal de su primer ensanche, descrito por el viajero Francisco de Zamora en 1790, cuando cualificaba la ciudad como “el pueblo más gracioso que hemos visto en nuestro viaje, por la rectitud y anchura de sus calles, regularidad de sus edificios, limpieza y aseo de las casas y calles...”.
Dentro de esta estructura ortogonal toman importancia tres calles que discurren en sentido longitudinal. Éstas son la calle de la Iglesia (azul), de Jovara (verde) y de la Bruguera (naranja). La primera es el eje comercial de la ciudad ya que en ella se encuentra todo la mayoría del comercio y tiene un uso sólo peatonal. La calle de la Bruguera tiene un uso más enfocado al vehículo privado que quiere atravesar la ciudad y la calle de Jovara es una mezcla de ambas ya que contiene comercio y al mismo tiempo permite el paso de vehículos en algunos tramos.
Por otro lado tenemos el paseo marítimo (amarillo) que empieza en los acantilados del faro y sigue hacia el siguiente municipio. Este espacio es donde los ciudadanos pasean y en el tramo central descansan y realizan actividades familiares y culturales. La riera de Capaspre formaba una grieta en el tejido urbano y hace poco fue cubierta con la intención de ser un paseo transversal al mar. Finalmente tenemos la carretera nacional NII que se establece como límite y frontera por su carácter y provoca que aquellas zonas que estén por encima de ella sean de difícil acceso peatonal.