Su extensión es de 62,32 km2, con una densidad de 2150,52 hab/km2 y una población de 137.162 habitantes distribuida entre el núcleo urbano y los barrios que estructuran la ciudad. El primero alberga tan solo un 40% de la población, residiendo el resto en los barrios ubicados en la periferia y conectados al núcleo mediante las vías de comunicación generales. En los últimos decenios, estos barrios se han ido consolidando, adquiriendo un importante grado de autonomía.
Aunque su origen remite a un asentamiento íbero, existente desde el siglo V a.C, no es hasta el 218 a.C que la ciudad inicia su singladura como realidad urbana a partir de un praesidium militar fundado por el ejército romano. Designada capital de la Hispania Citerior, en época republicana, y de la provincia Hispania Tarraconensis, en época de Augusto, es a mediados del s. II d.C cuando Tarraco alcanza su máximo esplendor. Después del desmembramiento de las estructuras políticas y territoriales romanas, la ciudad entra en la Edad Media en una situación de de regresión demográfica y urbanística que la relega a una posición secundaria en beneficio de Barcelona. Esta situación no empieza a cambiar hasta mediados del s.XIX, en que Tarragona entra en vías de recuperar la extensión de la antigua Tarraco.