El aspecto más destacable, y responsable a la vez de las demás diferencias entre Barcelona y La Laguna es el origen tan distinto de una ciudad respecto de la otra.
El origen de la primera es romano, mientras que La Laguna fue fundada por los españoles en 1496. Por tanto, nos encontramos ante un salto en el tiempo de al menos 2500 años entre una fundación y otra.
El lugar elegido para el primer asentamiento también es distinto. La ciudad de Barcelona se encuentra sobre un promontorio próximo al mar; en el caso de La Laguna, en cambio, su fundador descartó la proximidad al mar para evitar las invasiones piratas, (frecuentes en las islas), por lo que la ciudad se encuentra a unos 15km de la costa, a 600m de altitud.
Esto explica una diferencia notable entre las dos ciudades: la presencia de las murallas. Tanto el núcleo romano, como la ciudad gótica (y su posterior ampliación más allá de las ramblas) eran recintos amurallados, en los que las edificaciones van surgiendo sin demasiado orden, dentro de los mismos.
La orografía de La Laguna permitió, sin embargo, que esta ciudad se planificara, ya desde un inicio, sin murallas, algo casi impensable siglos atrás. Su altitud y las montañas que la rodeaban permitían la planificación de la defensa de la ciudad sin necesitarlas. De esta manera, la ciudad se convirtió en la primera población no-fortificada del reino, sirviendo de modelo para la fundación de muchas ciudades americanas.
El trazado en damero de La Laguna, con calles rectas y relativamente anchas evitó en La Laguna un problema que sufrió Barcelona (al igual que muchas otras ciudades de orígenes similares) durante largo tiempo, antes de poder prescindir de sus murallas: el hacinamiento de la población; donde las casas se apiñaban cada vez más contra las murallas, dando lugar a una red de callejuelas estrechas e irregulares, y las condiciones higiénicas se volvían más pobres, impidiendo a la vez el desarrollo de la ciudad.